Ese niño que desde que nació la vida le trató mal. Que agachaba la cabeza porque otros le humillaban. Que pasó una infancia pésima, no tenía padre ni tenía amigos. Creía que estaba solo, que la vida le daba la espalda. Ese niño, tenía lo que tenía que tener, poca gente a su lado, pero llena de amor.
Todo eso hizo que su orgullo sea lo único que tuviera, que nada ni nadie le cambiaría de opinión y jamás la cambiaría aunque estuviese equivocado. Ese niño acabó siendo un niño rencoroso. Decidió que nadie se burlaría y que todo lo que se proponga lo conseguiría –cueste lo que cueste-. Creyó que no existía el destino, que nadie le dictaba su camino, que él mismo se lo hacía.