Lo que piense ni me va ni me viene. Hace tiempo que dejé de escucharme. ¿Para qué? Si ya me importa una putísima mierda lo que pueda decir(me).
Solo de pensarlo, me atormentaba. Me hacía demasiado caso, y puesto que es bien sabida mi tendencia a ennegrecer hasta el color más claro... hice bien en dejar de escucharme. Sin duda.
Aprendí a no atemorizarme por mis pensamientos. Directamente, ya ni me escucho...
Y es que ahora solo asiento con la cabeza; y de refranes me sé muchos pero 'a palabras necias, oídos sordos'.