Escucha mi cante, mira cómo te bailo. Deja el libro, niño; no muevas más los labios, poseídos por el ciprés que dibuja estampado.
Qué estará leyendo, que no interesa otra labor. Tu madre estará a punto de llegar y no podré razonar. Lanza a la lumbre el papel de cascabeles.
Estúpido niño que no interesa qué hay en su interior. No te quiebres el ser con la doctrina, aún eres joven para entender el mundo alegórico.
El niño está leyendo, de su diario,
un amor usado y liviano de tiempos futuros.