Quizás sea su frialdad, quizás sea esa altivez tan suya. Quizás le rompieron el corazón, y una vez bastó para helarse hasta las tripas.
Los días amanecen más temprano cuando tú no estás; porque la luna se queda en vela -todas las noches- buscándote, y las estrellas te anhelan. Blanco pelo, blanca mirada.
Pobre invierno, con tu esperanza en algún cajón perdido...
Haré que vuelvas a sentir el calor, pero sin derretirte.
Haré que ardas fuego en la mirada, pero sin quemarte.
Por hacer, haré de tu sonrisa mi santuario.